Regar no consiste en armarse de una manguera, abrir el grifo y suministrar agua a troche y moche. El riego, evidentemente, no es una ciencia pero hay que tener en cuenta algunos aspectos para que sea efectivo y cumpla bien su función: conservar en buen estado nuestras plantas. Lo adecuado es conocer someramente las necesidades particulares de cada planta, ya que no todas tienen las mismas necesidades
Hay plantas como el cactus que acumulan agua en su interior y no necesitan casi riego y hay otras que buscan terrenos siempre húmedos y drenados adecuadamente. También encontraremos casos como el lirio que viven con sus raíces bañadas en agua. Así que, lo mejor es dedicar algo de tiempo a investigar qué plantas tenemos y cuáles son sus necesidades.
Por otro lado, recurrir a mecanismos ecológicos como regar con el sol, nos ayuda a conservar el medio ambiente. Estos sistemas aprovechan la energía solar para el funcionamiento de automatismo de riego que nos ayudan a realizar un riego correcto.
Por otro lado, es aconsejable incluir el riego en nuestro listado de rutinas. De esta manera, regaremos de forma regular e iremos asimilando hábitos beneficiosos para cada una de las plantas. Aun así, existen algunas reglas básicas que, en general, pueden sernos de mucha utilidad.
Ya sabemos que, en general, las plantas necesitan más riego en verano que en invierno. Pero hay que determinar con qué frecuencia las tenemos que regar en cada estación del año. Por otro lado, seguro que alguna vez te has planteado si es mejor regarlas desde arriba o depositar algo de agua directamente en la tierra o en el platillo inferior. Bueno, pues vamos a intentar despejar algunas dudas que nos pueden servir para la mayoría de los casos.
Lo primero que debemos intentar es mantener un nivel de humedad regular y uniforme. Es decir, no ahogarlas en agua una vez y luego dejar que se sequen del todo antes de volver a regarlas. Es cierto que la tierra seca favorece que las raíces crezcan más, puesto que van en busca de la humedad. Pero lo mejor es mantener un nivel constante de impregnación para evitar problemas.
Respecto a la cantidad y a la frecuencia de riego, lo mejor es regar solo una vez a la semana pero humedeciendo totalmente el lecho de la planta. Cuando regamos a menudo con poca agua algunas de ellas se resienten. Así que, rociemos bien la tierra pero una sola vez cada siete días.
Por otro lado, los expertos aseguran que el atardecer y la primera hora de la mañana son los mejores momentos para regar. Es entonces cuando el agua se evapora menos y tiene un efecto más beneficioso sobre la planta. Además, intenta mantener siempre las hojas secas ya que si las humedeces puedes enfermar, acumular moho o quemarse por efecto del sol.
Para calcular la cantidad correcta de agua, fíjate que ésta llegue a las raíces sin encharcar la planta.
Si tienes una plantación o una zona de cultivo, pide información sobre el riego de sol para ahorrar costes y calcular bien los flujos de riego.
Ahorra agua y energía al regar con el sol. La idea es regar cuanto se necesite, pero sin excedernos. El agua es un recurso escaso y hay que dosificarlo. Implantar un sistema de riego solar directo nos ayudará, además a ahorrar energía. Este sistema utiliza paneles solares fotovoltaícos para bombear al agua y no usa electricidad ni baterías.
En el caso de los cultivos, debes saber que la tierra debe mantenerse húmeda de manera uniforme para que generen buena cosecha. Por ejemplo, es la clave para que se formen bulbos o raíces en el caso de las zanahorias; para que crezcan sanas y fuertes sus hojas, como en la albahaca; para que se formen buenas cabezas de coliflor o nos den frutos sanos y de buen calibre, como los tomates.
Para ganar efectividad en el riego, te recomendamos que riegues por partes cuando la superficie sea mediana o grande. Además, asegúrate de que el agua se distribuye bien alrededor de cada planta, para que sus raíces se alimenten de manera uniforme. Evita los encharcamientos porque la planta sufre: no llega aire a las raíces y sus células mueren sin el oxígeno. Un buen truco es asegurar los drenajes para que el agua fluya. Y, sobre todo, utiliza tierra de buena calidad, rica en arcilla y minerales porque mantiene mejor la humedad y distribuye el agua de manera uniforme